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Un lunes por la mañana, no fui a la preparatoria debido a un fuerte dolor de cabeza. Mis padres y mis hermanos se fueron a trabajar así que me quede solo por unas horas. Me acosté a ver televisión en la sala, me sentía adormecido a causa de las pastillas que había tomado. Entre sueños, bostezos y el ruido del programa matutino de tv. Escucho que llaman a la puerta:
- ¡Juan! Cabrón… ¡ábreme!
- Hey…hey…Aguanta, ya voy – respondí adormecido y me dirigí a abrir la puerta.
Abrí la puerta y allí estaba él. Mi mejor amigo Héctor. Uniformado, con la mochila al hombro y un paquete de cigarros mentolados en su bolsillo. Pensé por un instante que era parte de mi sueño, pero no era así, ya habiendo despertado totalmente y más lúcido le pregunté:
- ¿Qué onda Héctor, ya terminaron las clases o qué pasó?
- Hola Juan, no nada de eso. Me fui de pinta hoy para venir a visitarte – Respondió, mientras sacaba y encendía un cigarrillo.
- Mmmm bueno, pásale, hace calor, estaba viendo alguna tontada en la tele, pero pásale.
Y así platicamos por unas horas, de mujeres, anécdotas escolares, nuestros padres y el fútbol. Héctor estaba raro, se miraba deferente, incluso su tono de voz era más nostálgico.
Entre esa conversación de dos jóvenes de preparatoria, Héctor se puso serio por unos segundos, me miró fijamente a los ojos y preguntó:
- Juan, ¿Crees en la vida después de la muerte? ¿Será que hay un cielo y un infierno, y a cuál crees que vayamos cuando llegue la hora? – Me decía mientras sus ojos negros como la noche me examinaban exhaustivamente.
- Bueno, la verdad no lo había pensado mucho, pero imagino que si hay un cielo y un infierno, y que los dos nos iremos al cielo, no somos tan malos después de todo, y, tenemos años por delante para arrepentirnos y ganarnos el perdón ja ja…- le resolví en tono de broma y viéndolo a los ojos.
- ¡Ja! Pues igual tienes razón, si algo me da miedo es ir al infierno, el pastor de la iglesia dice que las almas se atormentan por siglos allí, y del tamaño de tus pecados son los tamaños de tus castigos, en verdad me da pavor irme al infierno…pero no debo pensar en eso.
- Relájate Héctor, no es nuestro destino, al menos eso creo.
Después de desayunar nos tomamos una selfie la cual subí a mi Facebook con el título: “Uno madreado y el otro de pinta” así Héctor se despidió con un seco e insípido: “Adiós Juan”.
Alrededor de la una de la tarde llegó mi familia, mis padres y mis hermanos. Mi papá me miro con cierta extrañeza, mi mamá atrás de él le susurró al oído “díselo” y así me dieron la noticia:
“Juan, siéntate y escucha con atención, hoy a la hora de entrada en la preparatoria, Héctor subió al segundo piso de la escuela y se dejó caer de cabeza, muriendo al instante, lo siento tanto hijo” y mis padres me abrazaron.
Me es imposible explicar que sentí al recibir dicha noticia, lo único cierto es que vi la última foto que nos habíamos tomado unos minutos antes, y una sombra negra estaba en el lugar de Héctor en la imagen. Quiero pensar que mi amigo vino a despedirse de mí, quiero pensar que fue al cielo como él deseaba.
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