Mi padre es el hombre más temible que he conocido y cuando está armado con una botella de cerveza alcanza niveles de pesadilla. Sólo el crujido de su cinturón o la elevación de su voz era suficiente para hacerme temblar como una hoja.
Una noche, mientras luchaba por ponerme cómodo en la cama por los moretones y sonidos del llanto de mi madre, se me ocurrió una idea ingeniosa para detener el dolor y el sufrimiento: asustar a papá. Claramente no sabía cómo nos hacían sentir sus acciones, pero si lo asustaba como él nos asustaba, tal vez entonces cambiaría su forma de actuar.
Intenté cualquier cosa que se me ocurrió para producir un poco de miedo y asustar a papá directamente. Me escondía y saltaba sobre él, pero ni siquiera se inmutó. Puse una serpiente de juguete en el inodoro, pero eso sólo resultó en una paliza para mí.
Finalmente, pensé en destruir su alcohol. Sé que la gente se asusta cuando pierde algo que ama, así que uno por uno fui tirando las botellas de mi padre por el desagüe y esperé ansiosamente su reacción. Sabía que esto sería todo, ¡esto sería lo que lo asustaría!
Esa noche, recuerdo que mi padre descubrió las botellas vacías y se puso más furioso de lo que nunca le había visto. Recuerdo que destrozó la casa. Recuerdo que irrumpió en mi habitación. Recuerdo sus manos alrededor de mi cu//e/llo y yo escuchando como se rompía y viendo todo negro.
Por suerte, mi planificación y mi trabajo duro esa noche dio sus frutos. Hoy en día, mi padre vive en un constante estado de miedo. Siempre lo estoy observando, lo tímido y nervioso que es en todo momento. Cada vez que lo visito su tez se vuelve blanca y pastosa, su cuerpo se estremece como antes y empieza a sudar frío.
Asusté tanto a mi padre que se podría pensar que vio un fantasma
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