Hay una casa en San Diego, California,que esconde un pasado lleno de horror y truculencias. Se la conoce como la Casa Whaley y es una construcción del siglo XIX marcada como punto de interés en lo que hoy es el casco antiguo de la ciudad. A su valor histórico se le suma una fama creciente de edificio embrujado que cada año atrae a sus puertas a multitud de curiosos. La casa-museo de los Whaley, apellido de la familia propietaria, fue escenario de trágicos episodios que hicieron creer que el lugar estaba maldito, impregnado de algo tan malvado que no se podía luchar contra ello. ¿Pero hasta qué punto la leyenda posterior favorece esta idea? El miedo es una emoción muy poderosa, y la sugestión su mejor aliada. Echemos un vistazo a la desgraciada historia del clan Whaley, ligada de forma evidente al lugar en el que vivieron.
Cementerios, ejecuciones y maldiciones
Durante varios siglos, la Casa Whaley ha tenido un papel destacado en la vida social de San Diego: ha sido granero, almacén, juzgado, teatro, salón de baile, colegio… Es una casa de dos plantas, revestida de ladrillo y sujeta por imponentes columnas de estilo griego, y aún mantiene parte de su antigua nobleza. Se construyó sobre un terreno donde se cuenta hubo una vez un cementerio. A esto, que ya de por sí da bastante repelús, hay que añadirle otra macabra puesta en escena: en 1852, en plena fiebre del oro, fue el lugar donde se ahorcó a un bandido apodado “Yankee Jim” Robinson, quien se marchó de este mundo lanzando terribles maldiciones. Entre el público se encontraba Thomas Whaley, un comerciante de Nueva York que ya había echado el ojo a la parcela con la intención de levantar allí el hogar de sus sueños, el mejor y más moderno al sur de California.
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